Un mar desnudo
se confiesa culpable

De cubrir con salitre
pensamientos sedados de conformidad

Por camuflajear amores de verano
fugaces y miedosos

De sonsacar a gaviotas
risueñas que le vigilan
para arrebatar resplandores

Ese mar yace ahí culpable…

culpable de no haber contagiado
con el furor de sus olas
a los que crecieron junto a él
y hoy le contemplan indiferente.

 

 

Frente al mar,

en la noche de un verano posesivo
que se instaló sin deseos de marcharse
una comparsa de estrellas
dibujaron un mapa en el firmamento


En él descifré las desventuras
que aferrada a tí me aguardarían

Sin remordimiento conspiré
 para que la sinfonía del eco de mar|
te sedujera,
y la ninfomaníaca noche
te hiciera mi rehén.

Apresuré a despojar de tu dominio mis pensamientos
los que conjuré en mi bien por venir

Y en aquella noche de verano,
bajo el hechizo del encanto lunar
aunque vencida
y reducida a la nada
abracé a mi recién nacida tranquilidad
que con renovado hálito te desterraba,
¡Endemoniada soberbia!