Cae la lluvia con olor a cielo.
Regando los campos labrados por campesinos anónimos

Mojando cactus guardianes
de aquel Sur olvidado
y techos deshidratados
calentados por un sol dictador.

Devuelve con plenitud la fertilidad a los árboles,
y al paisaje embrujador
que lega su belleza tropical
a los transeúntes.

La noche se instala,
acompañada de una jarizna suave
que bautiza a seres revoltosos
que intimidan el canto nocturno de los grillos.

El ingenio materno improvizado los civiliza
con un cuento de cuna.
Les robustece la imaginación
y aúpa sus esperanzas
con el beso de la noche.

A Sofia,
como todo, para siempre.

Nació en su plena madurez
En el crepúsculo vespertino
De un día estéril.

Llebava inscrita la frescura
A flor de piel
Como un rocío matinal
Debutando en las mañanas
De la quinceañera primavera.

Cálida, frágil, revoltosa.
Se colúmpia sonriente
Con su escasa modestia infante
Que conmueve.

Fugitiva de su imaginación
Se desliza peinando
La larga cabellera de la montaña
Que la acoge por su proverbial inocencia.