Una mesita de noche
Una luz ténue.

Un periódico acariciado
por el humo de un cigarrillo
que pactó un canje
para succionar penas y pensamientos.

Se encuentra allí la soledad.
Se apodera de la habitación cerrada,
danza y se burla de todo,
de ese todo testigo silente de la cotidianidad.

Y así transcurren los minutos
en aquella habitación cerrada.

Un cigarrillo se apaga
velando los restos de un periódico de ayer,
evaporando las penas
y pensamientos que succionó.

Fundiéndolos con las cenizas del recuerdo
que el tiempo altanero
se encargará de borrar.

 

Mientras escribía viajaba
por los laberintos de sus sentidos.

Aquella mirada insegura
apresurada y rechazada
la atrapó en la terminal.

En ella se reflejaba innumerables miradas
empaquetadas en su equipaje de mano,
inmortalizadas en sus poemas
para rescatar aquellos interiores temerosos
que espiaban a través de los ojos.

Tal hazaña resultó una quimera
cuando al intento del recate
emprendió un viaje rumbo a un nuevo destino
y al desencuentro de lo ya conocido.

 

 

 

 

Si alguna vez,
Mis emociones irreprimibles
Se acongojaran
Y decidieran escalar ilusiones vagas,
Yo me treparé en los sentidos marchitados
En el angar de sueños impublicados
Y mientras les revelo sus desavenencias
Columpiaré entre mis cejas su decisión.

Infinito mientras dure.

Si me ves partir,
Y los fantasmas que trepan mi espalda
Se despiden con ceño fruncido,
Lánzales una mirada destellante
Que les furmine la cara
y extravíen el camino
Que me lleve de vuelta a ti.

Hoy,
Me aparto de las contemplaciones absurdas,
De existencias imaginadas
Con gestos maquillados
Y me arrimo a mi librero
Acariciando a mi gato
Y a sus obsesiones subversivas
Delatada en su mirada.

Ya el reloj de mi pared marcó la hora
Y le marcó la hora a cada quien.

 

 

Distorsionado el tiempo
afectada la gravedad
anhelado exilio hacia el cosmos

Uncida a la tierra,
a la carne,
a los huesos
a un árbol milenario
resignado a su estado terrenal
y a las ataduras de la tierra que lo parió.

Sosegada en fuego
aúpo en mi regazo un instante paralizado
que falló en su intento de fuga
hacia un tiempo diferente.

El viento me susurra un eco.
Es el eco de mi voz
rozando por encima a la tuya
entonando un canto de vida
por haberla encontrado
y rescatado de enramadas espinas.

Con docilidad acaricio todo
y la superficie blanda
de lo que todavía es nada.
Y heme aquí,
con el corazón desnudo, a la intemperie
vomitando latidos de inconformidad
y la conciencia envilecida
escogió su estancia en mi vientre.

En mi balcón aguardo el veredicto
del ocaso del día
que acongojado se despide
impregnado de hedores circundantes
por actitudes insolentes, desconfiadas, inseguras
cohabitando en este mundo
henchido de vanidad.

A mi imparable retoño, 
Sofía.

Quiero pintarte en un poema.
Dibujar tu existencia con un trazo perfecto,
con inequívoca exactitud
y la improvisación maquinada
de cuando se entrega la virginidad.

Me extravío en tu regazo
y en el trecho del sentido figurativo
que se pierdió por completo,
Y tu yaces sumerjida en naturismo imperioso
revestida de expresionismo
con  dolor desdibujado.

 Trazaré en lienzo tu destino fortuito.
Mientras encuentro el lienzo merecedor
te recreo en los inconcientes celosos
para contemplarte en amplia perspectiva.

Mi confuso laberinto cromático
me dona colores nobles,
colores que sólo tú puedes percibir.
No entiende mucho de amor
pero delata como aconteces en mi inconciente.

Quiero pintarte en un poema.
Y plasmar en simbolismo estilístico
este amor daltónico, de madre, liberado.

 

Si he de contar una historia
Entonces contaré la mía.

Contaré lo necesario
Y sin esfuerzo
Para sin esfuerzo se recuerde
Cuando ya no esté.

Si he de contar mi historia
No la contará mis cicatrices
O el diario alzado con altivez
Como si contuviese la verdad absoluta.

Si he de contar mi historia
La contaré revivida de los momentos,
Avivada por el soneto de mi voz
Entre tertulia y gente que estimo.

Si he de contar mi historia
Lo haré antes de recordar.

Si he de contar mi historia
Lo haré antes de olvidar.

Si he de contar mi historia.

 

 

Cierta vez,
Un temible poeta
Enamoró con sus versos
A la indefensa Leonora.

La hizo levitar con suspiros
Embadurnados de ternura,
Despojó sus miedos
Cobijada en su regazo.
Aquietó su espíritu
Y cuando le hubo desnudado hasta el alma
la abandonó en el camino
deshidratado de cara al sol.

¡Que destino aguarda por la tierna Leonora!
Recorriendo caminos extraviados
Con la inocencia rota,
Drenada por el desamor
Y su vientre henchido de pecado original

Conjurada para siempre
En un verso experimental.