Anoche el tibio viento del verano

pasó revoloteando por mi jardín.

Portaba consigo el osado aroma

destilado por tu piel cuando me deseas.

Resentida por tu ausencia,

absorví tu aroma cercenado por el tiempo y los recuerdos.

En reconfortada resignación

abracé el orgullo que venció lo que sentimos.

Así matamos lo que amamos,

agotando la escasa ración de esperanza

que una pasión en agonía cosechó;

dos rostros que envejecieron en la  espera incierta

de recibir lo que jamás dieron.