Un mar desnudo
se confiesa culpable
De cubrir con salitre
pensamientos sedados de conformidad
Por camuflajear amores de verano
fugaces y miedosos
De sonsacar a gaviotas
risueñas que le vigilan
para arrebatar resplandores
Ese mar yace ahí culpable…
culpable de no haber contagiado
con el furor de sus olas
a los que crecieron junto a él
y hoy le contemplan indiferente.